¿Cómo era la primer máquina de Helados del mundo?

¡helado! de sólo pensarlo me vienen recuerdos de la infancia, días soleados, risas y esa dulce, fría y cremosa delicia derritiéndose en nuestra lengua. Hoy en día, ir a la heladería o abrir el congelador y encontrar un pote de helado es algo tan común que casi no nos detenemos a pensar en la magia detrás de ese placer cotidiano. Pero, ¿te has preguntado alguna vez cómo se hacía el helado antes de que existieran las heladerías modernas y los congeladores eléctricos? ¿Cómo era la primera máquina que permitió a la gente común disfrutar de este manjar?

Para responder a estas preguntas, debemos viajar en el tiempo, a una época donde el helado era un lujo reservado para la realeza y la aristocracia. Imagina un mundo sin refrigeración moderna, donde el hielo era un bien preciado, recogido en invierno y almacenado con cuidado para los meses más cálidos. En este contexto, la idea de crear y mantener un postre congelado era casi un acto de alquimia culinaria.

Antes de la Máquina, la Magia Manual:

Antes de la invención de la primera máquina de helados, la elaboración de este postre era un proceso laborioso y que requería mucho tiempo y esfuerzo. Las primeras versiones de helado, o más bien, de postres helados, se remontan a civilizaciones antiguas como la china, la persa y la romana. En estas culturas, se mezclaba nieve o hielo de las montañas con frutas, miel y otros ingredientes para crear bebidas y postres refrescantes. Sin embargo, la textura de estos primeros «helados» era más parecida a la de un granizado o sorbete, lejos de la cremosidad que asociamos hoy al helado.

Con el paso del tiempo, las técnicas evolucionaron. En el siglo XVII, en Europa, especialmente en Francia e Italia, el helado comenzó a tomar una forma más parecida a la que conocemos. Los cocineros de las cortes reales experimentaban con mezclas de crema, leche, huevos, azúcar y diversos sabores, que luego se enfriaban en recipientes rodeados de hielo y sal. La sal, al reducir el punto de congelación del hielo, permitía alcanzar temperaturas más bajas y congelar la mezcla más rápidamente.

Este método, aunque más efectivo, seguía siendo tremendamente manual. Imagina, de repente, las cocinas de Versalles o el Palacio Real de Nápoles, llenas de sirvientes removiendo constantemente las mezclas heladas en recipientes dentro de cubetas de hielo y sal. Era un trabajo extenuante, que requería horas de agitación incesante para evitar la formación de cristales de hielo grandes y lograr una textura suave y cremosa. El helado, en esta época, era un símbolo de opulencia y estatus, precisamente por el gran esfuerzo y los recursos que implicaba su elaboración.

Nancy Johnson y una revolución silenciosa:

Nancy Johnson fue una mujer estadounidense, más precisamente de Filadelfia, cuyo nombre quizás no resuene tan fuerte como el de otros inventores, pero cuyo legado ha endulzado la vida de millones de personas. En 1843, Nancy Johnson patentó lo que se considera la primera máquina de helados manual del mundo. No era una máquina eléctrica, de hecho, ni siquiera era muy compleja en su diseño, pero esta invención marcó un antes y un después en la historia del helado, logrando que más personas pudieran producirlo y a su vez que su costo permitiera que fuera más accesible a un público mucho más amplio que el de las cortes reales.

Por un momento imagina a Nancy, una mujer de espíritu inventivo en la América del siglo XIX. seguramente pasó mucho tiempo observando el laborioso proceso de hacer helado en casa, quizás frustrada por el tiempo y el esfuerzo que requería. Tal vez, en una tarde calurosa, mientras disfrutaba de un sorbete menos que perfecto, tuvo una epifanía. ¿No podría haber una manera más fácil y eficiente de congelar y batir la mezcla del helado al mismo tiempo?

La máquina de helados de Nancy Johnson era una maravilla de simplicidad e ingenio. Consistía en un recipiente de madera exterior, dentro del cual se colocaba un recipiente de metal interior, destinado a contener la mezcla del helado. Entre ambos recipientes, se introducía una mezcla de hielo y sal. La clave de la invención de Nancy residía en el «dasher», un mecanismo giratorio con paletas o raspadores, ubicado dentro del recipiente metálico. Este dasher se accionaba mediante una manivela manual, permitiendo batir la mezcla mientras se congelaba.

El Corazón de la Máquina: El Dasher y la Manivela:

El dasher era el alma de la máquina de helados creada por Nancy. Al girar la manivela, las paletas del dasher removían constantemente la mezcla de helado contra las paredes frías del recipiente interior. Esta acción realizaba un batido constante y que era crucial por dos razones:

  1. Evitar la Formación de Cristales Grandes: Al remover continuamente la mezcla durante el proceso de congelación, el dasher rompía los cristales de hielo que se formaban, impidiendo que crecieran demasiado. Esto resultaba en una textura mucho más suave y cremosa, en lugar de un bloque de hielo granuloso.
  2. Incorporar Aire: El batido también incorporaba aire a la mezcla. Este aire era esencial para darle al helado su textura ligera y esponjosa. Sin la incorporación de aire, el helado sería denso y duro, más parecido a un bloque de hielo saborizado.

La manivela, aunque simple en apariencia, era el motor de esta pequeña y revolucionaria maquina de helados. Imagina el esfuerzo físico que aún implicaba girar esa manivela durante un tiempo considerable. No era automático ni fácil, pero era infinitamente más eficiente y menos laborioso que la agitación manual constante. Sin dudas, con la máquina creada por Nancy Johnson, una persona podía hacer helado en casa con mucho menos esfuerzo y en un tiempo considerablemente menor.

La Magia de la Sal y el Hielo:

El uso de sal y hielo era otro componente clave del ingenio de Nancy. Como mencionamos antes, la sal reduce el punto de congelación del agua. Al mezclar sal con hielo, se crea una solución que puede alcanzar temperaturas significativamente más bajas que el punto de congelación del agua pura (0°C o 32°F). Esta mezcla de hielo y sal, colocada alrededor del recipiente interior de la máquina, permitía extraer el calor de la mezcla de helado de manera eficiente, congelándola progresivamente.

Es fascinante pensar en la física y la química sencillas pero efectivas que estaban en juego en esta máquina. La Sra. Johnson, probablemente sin ser científica, aplicó principios básicos de termodinámica para crear una herramienta que transformaría la forma en que la gente disfrutaba del helado.

Más Allá de la Patente: El Legado Duradero:

Aunque Nancy Johnson patentó su invento, al parecer, no se benefició económicamente de él de manera significativa. Ella vendió su patente poco después de obtenerla y por una suma muy pequeña de dinero comparada con lo que significaría esa maquina para el mundo entero en el futuro. Sin embargo, su invención no cayó en el olvido. Hubo otros fabricantes y empresarios que reconocieron el potencial de su máquina y comenzaron desarrollar versiones mejoradas para luego producirlas a mayor escala y comercializarlas a un público más amplio.

Uno de estos empresarios fue William Young, quien en 1848 obtuvo una patente para una máquina de helados muy similar a la de Johnson, pero con algunas mejoras en el diseño y la eficiencia. La máquina de Young, Era comercializada con el nombre de la «Johnson Patent Ice-Cream Freezer» (llevaba el nombre de Johnson como un reconocimiento implicito a la inventora original). Esta máquina se convirtió en un éxito comercial y ayudó a popularizar aún más el helado en Estados Unidos y en el mundo.

La máquina de helados de Nancy Johnson no solo hizo que el helado fuera más accesible, sino que también cambió la cultura alimentaria. De repente, las familias podían hacer helado en casa para ocasiones especiales, fiestas o simplemente para disfrutar de un capricho refrescante en un día caluroso. El helado dejó de ser un lujo exclusivo de la élite y se convirtió en un placer compartido por personas de diferentes clases sociales.

y ya para terminar, sólo recuerda…

La próxima vez que disfrutes de una bola de helado, tómate un momento para pensar en Nancy Johnson y su ingeniosa máquina. Piensa en el largo camino que ha recorrido el helado desde las mesas de la realeza hasta nuestros congeladores cotidianos. Y recuerda que detrás de cada cucharada de helado, hay una historia humana de ingenio, perseverancia y el simple deseo de hacer la vida un poco más dulce y refrescante para todos. La primera máquina de helados no fue solo un invento mecánico; fue una puerta de entrada a un mundo de placer y disfrute que continúa deleitándonos hasta el día de hoy. Es un pequeño pero significativo capítulo en la gran historia de cómo la innovación humana ha mejorado, poco a poco, nuestras vidas y nos ha brindado momentos de felicidad tan simples y deliciosos como un buen helado en un día soleado.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *